miércoles, 8 de julio de 2015

LA PUERTA. Los misterios que esconden sus espaldas, los guarda para sí. Sabe de golpes ante los desencuentros. Conoce la suavidad de las manos encubriendo amores clandestinos. Sabe y conoce. Ella calla. En los inviernos las heterogéneas destemplanzas la tornan invencible. El calor para adentro y el frío del afuera, desorientan su postura. En los veranos también, pero al revés. Ella calla. Se enternece al contacto de las manos chiquititas que manchadas con dulce acarician su pasador. Le gusta. Saborea el ir y venir de guardapolvos blancos y se cree cómplice en las reprimendas que los niños reciben por no estudiar. Partícipe necesario en los disfrazados rostros de un hogar. Le hace un guiñe a las ventanas cuando le duelen sus espaldas de tanto soportar las inclemencias del tiempo… y de los otros. No le interesa, a veces. A veces sí. Con este relieve de indiferencias, con incomparables tiempos. Le gusta estar en el lugar que está. Porque el destino la llamó puerta y transitará su camino Siendo lo que es: Una puerta.

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