lunes, 3 de agosto de 2015

ESA MUJER.

ESA MUJER. ¿Quién Soy? Soy esa anónima mujer que aún no conoces. Que roza tu piel y se detiene. Se detiene en cada suspiro y lo evapora para que nadie sepa que habita en tu morada. Esa mujer soy yo. Te espera. Te llama. Calla. No se atreve a partir en dos mitades una estrella por temor a quedarse sin luces. Murmura. Mira. Nunca duerme. Está despierta en cada amanecer aguardando tu llegada. Oportuna. Atrevida. Juega a la escondida con la luna y le manda mensajes a los duendes. Esa mujer que hoy aguarda se ha cansado de esperas. De llamadas. De silencios. A esa mujer que aún no conoces se le están muriendo las ganas de encontrarte. .... Descubrió otros pasos que vienen en su búsqueda y le gustó. .

DON TORIBIO SOTERA.

DON TORIBIO SOTERA (Un Ser con luz propia) “Los Mapuches (nombre que significa gente de la tierra) habitaban originariamente en territorio chileno trasladándose al territorio argentino en busca de trabajo”. Don Toribio Sotera llegó al campo de mi abuelo cuando contaba 15, 16 años de edad. No sabemos a ciencia cierta cuántos años tenía, porque a el mismo se le había desdibujado el calendario. No sabía leer ni escribir. Nunca supimos de sus padres y al principio, tampoco de sus hermanos. Llegó una tarde de enero, con un caballo tobiano, con grandes manchas de color oscuro en su pelaje. Lo apodó “manchado”, su fiel compañero y amigo, hasta el momento que comenzó a vivir en el campo. Posteriormente fue parte de mi familia. Portaba únicamente una valija de cartón, color marrón oscuro, muy pocas pertenencias, un mate y un jarro ahumado por el fuego. Mucho tiempo después aparecieron dos sobrinos que gracias a la complacencia de mi abuelo integraron un grupo homogéneo de laburantes, sin distinciones entre ellos, mi padre y mi tío. El que se levantaba primero despertaba a los demás, desayunaban y comenzaban con los trabajos de recorrer el campo, las ventas en el almacén y hasta ayudaban a cuidarnos. De contextura pequeña y con un andar despacito, Don Toribio se ganó el cariño de todos, especialmente de nosotros, los niños, que sabiendo de su complicidad lo decretamos camarada de aventuras. Con solo mirarnos sabíamos de qué estábamos hablando. Cuenta mi madre que don Toribio nos hamacó en sus brazos para hacernos dormir y ante nuestros berrinches, nos apaciguaba cantándonos en su idioma. Otras veces, inventaba la tarea de recorrer los alambrados, seguramente esquivando la fastidiosa labor de atender 3 niños y una madre quejosa… de “que soy sola para todo”, “nadie me ayuda” y los tantos etc. que suelen balbucear las amas de casa en estas circunstancias. Toribio nunca se quejaba. Cuando estaba nervioso o nostálgico, se sentaba en un banco de madera y ataba los hilos que colgaban de sus alpargatas, disimulando tristezas acumuladas, desarraigos no asumidos, soledades ancestrales… Batuque se llamaba su perro. Sabedor de sus estados de ánimos. Junto a “Manchado” integraban un trío perfecto y un círculo cerrado. Si bien se animaron a llamarnos “su familia”, eran inmigrantes de penas, de lugar, de sonrisas, de kilómetros recorridos… Hambre, frío y soledad. Había perdido muchas cosas en su andar, pero Toribio reconocía aquéllas que ganó. Estaba en paz consigo mismo porque se sentía libre. Su filosofía era tomar consejos por las noches con el vino tinto y decidir a la mañana con el agua. Se adaptó fácilmente a las costumbres campestres y cada vez que mi papá lo invitaba para ir al pueblo, se resistía. Sí, se resistía, comenzaba a sudar y gotitas de lluvia caían sobre su rostro. Se rascaba la cabeza y en su lenguaje, hacía saber que era imposible, porque tenía pendientes otros trabajos. Encargaba papel para armar los cigarros, tabaco y ginebra y con la excusa de ayudar a mi madre con los niños, evadía la responsabilidad de trasladarse a lo que imaginaba “una gran ciudad”. Recuerdo que en una oportunidad, lo obligamos a que viaje con nosotros. Pero ese día fue placentero para él, cantaba, se acomodaba la camisa y retorcía el pañuelo del cuello, delatando su nerviosismo. Antes de partir, sacudió sus alpargatas y con un viraje cortito se acomodó en el asiento, como queriendo decir: voy con ustedes… mi familia. Esa actitud nos gustó. Lo dejamos toda la tarde en la casa de su amigo. Regresó feliz, con una sonrisa diferente y un brillo nunca visto en sus ojos. Mis padres cruzaron miradas cómplices que en ese momento, no supimos interpretar. Mas tarde, nuestros amigos nos contaron que Toribio conoció a una muchacha que coincidentemente vivía en un campo vecino. ¡Toribio se enamoró! Cuando el sol jugaba a la escondida, montaba su caballo y desaparecía. Sus sobrinos algo sabían. Callaban. Nada explicaban. Ellos se amigaban con el tinto de las sombras y se embriagan de intrigas. Deseaban imitarlo, pero a pesar de los extensos y permanentes recorridos por otros campos, llegaban con atisbos de desesperanzas y desazón, situación ésta que se desvanecía cuando ellos dialogaban con mi papá y con mi tío. Les hacían comprender que todo llega en su justo momento y que seguramente Dios les tenía reservado una buena moza para conocer pronto. Se conformaban y así esperaban el arribo de Toribio que indudablemente les contaba como se desarrollaba esa relación oculta y misteriosa. Mis hermanos y yo nos quedamos con esa historia inconclusa, porque nos llevaron al pueblo a estudiar. Fuimos creciendo y en este crecer, se aferró aún más nuestro cariño por ese personaje tan transparente y profundo que cautivó nuestro sentir. Papá nos contaba que él nos enviaba saludos y que nos extrañaba, que muchas veces vio lágrimas en sus ojos al preguntar como estábamos, qué hacíamos y a modo de reliquiario envolvía piedritas en tela de arpillera para que no lo olvidemos. El sobrino mayor fue el primero en irse a otros lugares, con el pretexto de formar su propio hogar y en búsqueda de un laburo distinto. Se llamaba Manuel. A Manuel nunca le gustó atender el negocio, solía decir que cortar tela era cosa de mujeres, como así también atender chicos. Muchas veces montaba su caballo y salía al galope, rápido, tan rápido que levantaba polvareda al instante de arrancada. ¡Qué retobado que sos! ¡No pareces pariente mío! Eran las reprimendas de Toribio. Indudablemente estas actitudes eran mensajes claros que demostraban su disconformidad. Evaristo –el sobrino menor- se quedó mucho tiempo en el campo, aunque su relación con Toribio no era muy buena y se tornaba cada vez, más intolerante. Se reconcilió con un amigo apodado “mala junta” y años más tarde partieron juntos rumbo a Chile. Nunca supimos qué fue de ellos… sus sobrinos. Lo principal para toda mi familia fue que Don Toribio se quedase cuidando el campo. Era parte de esa acuarela. Nunca me imaginé ese lugar sin Toribio. En montón de oportunidades, cuando nos quedábamos solos con mi madre nos preguntábamos qué estaría haciendo a esa misma hora nuestro aliado. Cuando llegaba el invierno y el frío traspasaba las sábanas y las paredes, mi padre se preocupaba de llevarle leña, alimentos, kerosene y otros menesteres por si nevaba y las crudezas del tiempo cortaban la comunicación entre el pueblo y el campo. Entendiendo comunicación, la huella comunitaria transitada por los lugareños. Un día, mi tío llegó a casa contando que en el cajón de manzana que hacía las veces de mesa de luz, “nuestro compinche” tenía una foto gastada, grasienta y amarilla. Una foto en la cuál estaba toda la familia comiendo un asado alrededor del fuego y bajo los sauces llorones. Que por las tardecitas prendía una vela cerca de la misma por dos motivos, uno para alumbrar la habitación y otro, para pedirle a su Dios que nos cuide y nos guíe. Esa confesión nos embargó de nostalgia. De congoja. Lloramos de emoción y al unísono rezamos todos a ese Dios, para que proteja a don Toribio. Estas oraciones fueron un ritual cotidiano y una ida y vuelta, porque sabíamos que a esa misma hora, él rezaba por nosotros. Crecimos. Nos fuimos de Sierra Colorada a estudiar. Aún en ese contexto, las noticias llegaban y los regalos iban y venían. Nunca nos olvidamos ni nos olvidaron. Nos gustaba. Nos hacía feliz programar un próximo obsequio y sorprenderlo. Más… nos sorprendimos al enterarnos que a Don Toribio lo visitaba un numeroso grupo de personas de otra religión a la nuestra. A ciencia cierta ignoraban qué religión profesaba. Êsto lo hacía feliz, venían, lo llevaban a otros campos. Cambió las bombachas por pantalones y las alpargatas por zapatos. Permutó soledad por compañía. Campo por pueblo. ¡Aprendió a leer y a escribir! Cuando el tiempo transcurrió, como todo transcurre en la vida, el cartero trajo a casa una carta. ¡Carta de Toribio! Pocas palabras, las suficientes para hacernos saber que nos recordaba con mucho cariño, que nos quería, y que llevaba en sus sentimientos y en su corazón al Señor del Universo. Con otro nombre… con diferente apodo… Pero ese DIOS era de todos. Contaba…además…que su caballo había muerto de “puro viejo nomás”, y como él también estaba viejo y cansado, se trasladaba en tren frotando sus tobillos doloridos a veces por el frío… Me hubiese gustado convertirme en verano para esperarlo con un helado en el andén…

CONFESIONES.

CONFESIONES. Confieso que te amo. Desde la profundidad de mis sentimientos. Incontroladamente. Reflexionando y sin reflexionar. Inconcientemente. Concientemente. Te amo con la violencia del mar enfurecido, Con la brisa indecente de todo amanecer. Con la placidez de una noche de verano. Con la inclemencia de un invierno despiadado. Te amo así. Con la misma imperfección de mis pasiones Que me trasladan a las tuyas De la misma forma… Con igual frenesí. Con delirio y sin quimeras. Sin costumbre de llamarte por tu nombre Sin manía de esperar lo que recibo. Y en ese ir y venir de mis locas emociones Rescato un barco repleto de inquietudes… De sosiego… Las mil formas de amarte y de desearte Brindando por tus sueños y los míos. Desnudos de prejuicios. Vestidos de mágicas caricias Que aplacan los deseos. Se enlazan tus manos En mi cuerpo Y detengo mis esperas sin esperas Para fumar los encuentros con encuentros, En las uniones de fuego que nos sellan este amor… Por èsta y por millones de razones: Te amo…

miércoles, 8 de julio de 2015

BIOGRAFIA. “Con las alas del alma desplegadas al viento, ante cada noticia de estupor, de injusticia, me desangro por dentro y me duele la gente, su dolor, sus heridas, porque así solamente interpreto la vida” -Eladia Blázquez- El Universo me tendió su mano para llegar hasta él un 13 de noviembre en Sierra Colorada-Provincia de Río Negro- La ciudad de Viedma me concedió su espacio para realizarme como mujer en todas sus facetas. Me declaro rionegrina con orgullo y agradezco a la vida el cálido abrazo que me tiende en el día a día, despeinando mis emociones con aprendizaje y entendimiento Abandoné la época de los ¿por qué? y los ¿para qué? entendiendo que ellos obstruyen mis experiencias con inseguridades. Me entrego a este presente tan exquisito, fértil y sorprendente que los “hoy” se visten de princesas y coquetean con la luna para hacerme saber que la vida es actitud, amor y sorpresa. Mis anteriores libros (editados) me abrieron el camino para llegar a éste, que abrazando la vida me permite transitar los perfiles de los diferentes horizontes, con la luz y la energía del infinito. Todo ello conforma mi horizonte y me obliga a perfeccionarme en el camino de las letras, siendo la palabra escrita un puente inagotable de comunicación entre tus sentimientos y los míos: Cobijo amoroso de la vida. www.esterfaridematar.com.ar
UNO… Uno siempre cree y se imagina. Uno cree que el dolor roza la piel del otro… y duele hasta pedir socorro… Uno cree que las alegrías son propias y las desparrama por el aire… hasta que llegan renovados jubileos. Uno siempre cree y se imagina. Se imagina que a nuestra piel no le embate el pasar del calendario. A los otros… sí. Que las penas son ajenas. Que las dolencias desconocen nuestro domicilio. Y un día cualquiera ya no cree ni se imagina, porque el sufrir tocó nuestros huesos y se convirtió en una batalla por ganar. Nos quedamos inmóviles en la vera del sentimiento reaccionando ante los vientos contrarios del pensar… Del sentir… Los otros pasamos a ser nosotros. Nosotros pasamos a ser los otros. En esa fusión de los otros y nosotros, coexiste la existencia de lo real… Sin darnos cuenta vamos incorporando los supuestos del etéreo mundo que habitamos y no queremos consumir más bagatelas… Nos sorprende abrir las ventanas y contar las gotitas de la lluvia y deleitarnos en los aromas que emergen de un patio… y entender que el silencio no es sinónimo de soledad sino de un reencuentro. Necesario… Ineludible… Saludable… Afirmo que mi piel se viste con la piel del otro y el otro se viste con mi piel. Escucho… Mi alma me susurra a los oídos y varias voces se mezclan en secretos. Este milagro de meterme en los de afuera produce la magia que ellos, se incrusten en mi ser… Piensan y pienso. Somos todos iguales ante el dolor y la alegría. La perspectiva de igualdad me vuelve inconsistente en esta tarde y me indago y me invento en los otros… Como nunca… Por la vidriera inmortal de las estrellas, se desprenden luces de colores advirtiendo la llegada de una etapa diferente… Cerrando círculos de antaño… Esparciendo manojos de respuestas, con pétalos de esperanzas e ilusiones… Que estimulan mis aciertos y los tuyos. Que fusionan realidades y utopías en el contexto universal de los sentidos…
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SÈ. Sé que vivir no es transcurrir. Que transcurrir es dejar pasar. Que dejar pasar es dejar hacer. Sé que agradecer es valorar. Que valorar es reconocer. Que reconocer y valorar son actitudes. Sé que la actitud es aprendizaje y crecimiento. Que ambos caminan unidos por la vida. Sé que la vida es esperanza. Que la esperanza es existencia. Es contarle al universo un cuento para niños… Una alabanza a la experiencia de un abuelo. Sé que el rocío se impregna de colores Cuando amanece en pétalos de rosa. O se torna jolgorio en el trino de los pájaros. Sè que una sonrisa no es falso pasatiempo. Que los ojos delatan las miradas. Que las manos se imponen para armonizar las almas. Sé tantas cosas… Y tantas otras que me faltan por saber…
POR SI ACASO Por si acaso reverdecen las magnolias guardaré un suspiro reteniendo los aromas. Por si acaso. Si amanecen golondrinas trinando madrugadas, oirán los cantos en diversas latitudes. Por si acaso. Si los abuelos extienden sus manos buscando compañía, que la sociedad multiplique con afectos. Por si acaso. Si las miradas de los niños proclaman atención, señalemos la senda y el cuidado de sus marchas. Por si acaso. Por si acaso nos olvidamos. Recuérdamelo. Por si acaso.
LA VENTANA... La ventana. Una ventana. Encierra misterios, confesiones, ilusiones, broncas contenidas y de las otras. Sus espaldas soportan mochilas. Las mochilas soportan los azotes del afuera cuando la lluvia y el viento se disputan por tener protagonismo. Las cuatro estaciones del año le proclaman sus verdades. Ella escucha. Calla. Le duele los golpes que recibe en sus postigos cuando agosto silencia los suspiros de un abuelo que parte en soledad... o cuando divisa hasta en las sombras la despedida cruel de los amantes... Su mirada hacia el interior disimula ceguera... para que nadie le pregunte qué pasa en su doméstico albergue de quimeras. Sabe de ceremonias y rituales que se ejercen entre sábanas cuando el amor florece en primavera. Conoce las espaldas de la gente en desacuerdos y del llanto de los niños en plena madrugada. Calla. Silencia. Le duele el adiós sin cortesía. Cruje escondiendo su sonrisa en los abrazos complacientes de los grandes... de los chicos... Ella vigila la morada sin quejas ni temores. Comprende que el destino la llevó por otros rumbos sin preguntarle ¿Cómo estás?. Se da cuenta que su único camino es quedarse en su lugar... viviendo como es: simplemente una ventana...
LA PUERTA. Los misterios que esconden sus espaldas, los guarda para sí. Sabe de golpes ante los desencuentros. Conoce la suavidad de las manos encubriendo amores clandestinos. Sabe y conoce. Ella calla. En los inviernos las heterogéneas destemplanzas la tornan invencible. El calor para adentro y el frío del afuera, desorientan su postura. En los veranos también, pero al revés. Ella calla. Se enternece al contacto de las manos chiquititas que manchadas con dulce acarician su pasador. Le gusta. Saborea el ir y venir de guardapolvos blancos y se cree cómplice en las reprimendas que los niños reciben por no estudiar. Partícipe necesario en los disfrazados rostros de un hogar. Le hace un guiñe a las ventanas cuando le duelen sus espaldas de tanto soportar las inclemencias del tiempo… y de los otros. No le interesa, a veces. A veces sí. Con este relieve de indiferencias, con incomparables tiempos. Le gusta estar en el lugar que está. Porque el destino la llamó puerta y transitará su camino Siendo lo que es: Una puerta.
HOMBRE DEL SUR Tan pocas palabras conforman tus charlas, mirada ansiosa que cuesta expresarla... ...Bagaje de ensueños rondan en tu mente colmada de viento que sopla permanentemente... Y te quedas ahí... sin querer cambiar el cielo tan límpido, las estrellas brillantes, interpretando siempre el vuelo de un pájaro que se anima a trinar... No sabes de cosas que pasan en los pueblos, el cambio del dólar... el estrés que sienten los que muchos corren por ocupar espacios de lucha y poder. ...Estás en el campo... cuidando lo ajeno como si fuera tuyo, y te pertenece el árbol la quinta, el aljibe, el sol y la luna... tus hijos, que son muchos, tu mujer... que con vos se siente heroína de esperas... de lucha.. Del fuego que enciende... ...Y el mate... ese fiel compañero de noches y días que se vuelve amante, al brindar a solas el tener compañía... Y nosotros... aquellos que nos fuimos y no regresamos... en reposo de almohada recordamos eso... Tu mirada huidiza, tus pocas palabras, tu alma tranquila... tu paz... tu mujer tu tiempo sin tiempo... Porque alguna vez... muchos de nosotros también lo tuvimos... Pero ya vez... Los días pasaron... esos tiempos cambiaron... quisimos volver... ...quisimos... pero... aquí estamos... cambiamos nosotros... el silencio por ruidos, el auto, la casa, los amigos las dudas... Y en ese espacio vacío Que nos deja el recuerdo estás vos... tu mujer y tus hijos... tu mirada triste tu andar despacio, tu cielo, el caballo el campo... el sol y la luna. Y siento nostalgia... y siento impotencia, porque este andar de carreras locas de tiempo sin tiempo, te evoco a lo lejos ...quisiera que mi voz te llegue sintiendo en tu piel... que algún día... quizás no muy lejano "me veas volver".
ESTE HOY Hoy tengo frases concluidas y párrafos consumados de palabras que jugaron a ganar… Y conquistaron los renglones de pimpollos abriendo primaveras. De pájaros revoloteando por el aire. De aromas impregnando las magnolias. Y se quedaron en mí Porque los poemas se adueñaron de mi alma. Los trinos despertaron mi adormecida inspiración. Y el perfume me transportó a otras esferas. Hoy quiero afinar los bemoles de mis días Escuchando un vals de Strauss de madrugada Sabiendo que una vez hubo un umbral para cantar… Bailar… Escribir… Soñar… Amar… Y en el ayer los dejé olvidado una mañana Relegando utopías y esperanzas… Recobradas. ¿Recobradas? ¡Ellas fueron las me tendieron sus manos hasta alcanzarme! Por si acaso me pellizca la desgana y me guardo en inviernos duraderos. ¡Venerable asistencia que renace! Levanto la copa de cristal para brindar Y brindo por mì. Por vos. Por todos aquellos cuya historia en este mundo se refrenda.
ESPERANDO… Esa ventana abierta los domingos, aspirando el aroma de las flores, se duerme en los ambientes de mi casa y me transporta a lugares muchas veces visitados… Otros inventados… E inocentemente me incita a escribir aquel poema que intento parir desde la mañana, cuando abro los ojos y me tiento… y me desperezo con el blanco de la hoja y un lápiz sin punta… gastada en otros versos… Con diferente sensación de querer ahogarme con las letras… Y la metáfora se adueña de otra hoja y con otro ayer… Mojo un dedo con saliva y miro las dos caras de ese blanco que se encuentra corregido e intento convertir mis escritos en poemas que me gusten y me cautiven… Como otros… Como muchos… Miro el reloj y sigilosamente canta las 14 Hs. La hora que el almuerzo decreta sentarme en una mesa sin comida, porque este lento pensar y detenerme, escribir y corregir se llevó el aroma de las flores y el sol del mediodía jugó con la neblina, atrapando sin permiso la hermosa poesía que se durmió en el devenir…
ESA MUJER. ¿Quién Soy? Soy esa anónima mujer que aún no conoces. Que roza tu piel y se detiene. Se detiene en cada suspiro y lo evapora para que nadie sepa que habita en tu morada. Esa mujer soy yo. Te espera. Te llama. Calla. No se atreve a partir en dos mitades una estrella por temor a quedarse sin luces. Murmura. Mira. Nunca duerme. Está despierta en cada amanecer aguardando tu llegada. Oportuna. Atrevida. Juega a la escondida con la luna y le manda mensajes a los duendes. Esa mujer que hoy aguarda se ha cansado de esperas. De llamadas. De silencios. A esa mujer que aún no conoces se le están muriendo las ganas de encontrarte. .... Descubrió otros pasos que vienen en su búsqueda y le gustó. .
ELLOS… Ellos, ellos siempre esperan. Viven el día a día esperando madrugadas. Saben que el mañana es un juego de ajedrez. Saben. Lo saben. Pueden ganar o no la partida. El que gana, sigue jugando. El otro dejará su puesto con la alegría de haber participado. Trabajaron sol a sol. Cara al sol. Cara a cara. Hicieron de este suelo su terruño sufriendo el desarraigo de su patria. Perdieron su propia identidad. Su apellido asentado de otra forma, con desconocidas palabras y lenguaje. Pero eran ellos. Disimulando seguridad en su andar. Disfrazando desequilibrio emocional… Son y fueron. Ellos… Siempre esperan…
COSAS QUE ME DUELEN. Me duele la triste realidad. Me duelen las calles cuando descubro en las veredas, pies descalzos. Hambre. Soledad. Me duele la geografía entristecida de las manos y la nube desigual en las miradas. ¡Despiadado escenario! Es el costado más triste de la historia que se queja en discordancia ante otras situaciones sin apremios. Sin corridas… Leyendas diferentes que caminan hacia un mismo horizonte de la vida, mundos heterogéneos que conviven sin unirse… quizás en parelelo… Hace daño al corazón y a los sentidos la injusticia existente en el sendero… porque está… porque es… y me miro por dentro y en las calles sedientas de mis venas, tengo pocas cosas para darte. ¡Oh realidad¡ Me duelen tus manos, tus pies y tus miradas… Me duele la indiferencia. El desamor. Y el pasar de todos los pasares. Me duele realidad Cuando todo se une y todo sigue igual… Y camino mi ciudad descubriendo tristezas, Soledad. ¡No hay niños durmiendo por las calles!. ¡Bendiga mi lugar!
“El hombre que yo amo está vivo en mi mente, es mi único ídolo entre tanto gente, él hace una fiesta con mi pelo suelto, iladrón de mis sueños, duende de mi almohada...”(Myriam Hernàndez) CONFIESO QUE TE AMO Confieso que te amo. Desde la profundidad de mis sentimientos. Incontroladamente. Reflexionando y sin reflexionar. Inconcientemente. Concientemente. Te amo con la violencia del mar enfurecido, Con la brisa indecente de todo amanecer. Con la placidez de una noche de verano. Con la inclemencia de un invierno despiadado. Te amo así. Con la misma imperfección de mis pasiones Que me trasladan a las tuyas De la misma forma… Con igual frenesí. Con delirio y sin quimeras. Sin costumbre de llamarte por tu nombre Sin manía de esperar lo que recibo. Y en ese ir y venir de mis locas emociones Rescato un barco repleto de inquietudes… De sosiego… Las mil formas de amarte y de desearte Brindando por tus sueños y los míos. Desnudos de prejuicios. Vestidos de mágicas caricias Que aplacan los deseos. Se enlazan tus manos En mi cuerpo Y detengo mis esperas sin esperas Para fumar los encuentros con encuentros, En las uniones de fuego que nos sellan este amor… Por èsta y por millones de razones: Te amo…
AQUELLA EPOCA… ¿Qué si me acuerdo? Sí, muchas cosas me acuerdo y otras tantas me las contaron. Aquella época… Aquellos tiempos en los cuales se dormía la siesta sin llaves en la puerta. sin rejas en las ventanas. sin miedos ni temores. Aquella época en la cuál los niños pateaban la pelota hasta muy tarde y las madres cocinaban sin vigilar la polvareda. El correr apresurados, antes de la cena, para contarle un secreto a nuestras amigas. Regresar con un cansancio disimulado ante las miradas de nuestros padres que todo lo sabían. Aquella época que ceder el asiento a un mayor nos volvía adulto y no existía recompensa por el deber cumplido. Aquellos tiempos que el cartero era el señor de las buenas noticias y los telegramas de las otras. Que el maestro, el policía y el médico se consideraban Autoridades y sus voces hacían de paraguas protegiendo la sociedad de cada pueblo. Que saludar con el buen día, muchas gracias, por favor y hasta luego se consideraban sinónimos de educación obligatorio. Necesario. Imprescindible. ¿Qué si me acuerdo? Sí, muchas de estas cosas me acuerdo. Aquella época… ¡Qué linda época!
“ La única forma de protagonizar tu propia vida es
atreviéndote a vivirla”. APOSTÈ... Aposté a la alegría. Al perdón. Al reconocimiento. A la defensa de la vida. A la niñez con juguetes. Al compromiso de los grandes. A los valores intactos. A la palabra. Aposté al amor por la vida. ...Al amor .....A la vida.